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"Encendidas" en el Teatro Español

    Admirado ante por la posibilidad de escuchar los versos de Francisca Aguirre envueltos en imágenes y música flamenca, acudo al Teatro Español a ver “Encendidas”, de la Compañía Hongaresa de Teatro, una obra que promete ser conmovedora e íntima, pues narra la vida y los pensamientos de la poeta a través de la dirección, interpretación, música e imágenes de sus seres queridos y cercanos. Y eso crea una atmósfera tan real, cruda y cargada de sentimiento como la vida misma.

  Francisca Aguirre (también conocida como Paca Aguirre),protagonista de la obra y autora de los textos principales, es una poeta nacida en 1930, premio Leopoldo Panero de poesía, Premio Miguel Hernández de Poesía, Premio Nacional de Poesía, referencia absoluta en el mundo de la poesía española. Ella no actúa de manera directa pero en la obra cuentan con grabaciones de su propia voz.

 

     Interpreta y dirige Lola López, fundadora de la Compañía Hongaresa de Teatro, Licenciada en Arte Drámatico y posgraduada en la London Academy of Music and Dramatic Art (LAMDA), ganadora del Premio a la Mejor Actriz de la Crítica en Barcelona. Lola López tuvo con la propia Francisca, allá por el año 2005, una serie de conversaciones acerca de la existencia y la condición humanas, de las cuales surgió toda una amistad y complicidad irrevocables.

 

     A la guitarra y dirección musical tenemos a José María Gallardo del Rey, solista y compositor de formación clásica pero con una intensa relación con el mundo del flamenco; los flamencos lo conocemos bien desde su papel de director y asesor artístico de Paco de Lucía en su famosa interpretación del “Concierto de Aranjuez”. A día de hoy es reconocido y programado como compositor, director e intérprete en los más importantes escenarios internacionales. Ha sido desde siempre amigo íntimo de la familia de Francisca Aguirre y su marido, Félix Grande.

 

     La voz flamenca la pone Paco del Pozo, ganador de la Lámpara Minera en el XXXVII Festival Internacional de Cante de las Minas, un cantaor amplio y profundo, sin barreras en cuanto a la interpretación o creación en el flamenco, que, además de su extensa labor en el cante por derecho, ha colaborado con músicos de jazz y clásica, y es autor de los discos “Vestido de Luces” y “En este momento”, en los que colaboran músicos de la talla de Jorge Pardo, Carles Benavent, Manolo Franco o el propio José María Gallardo. Paco del Pozo destaca por combinar un vasto conocimiento y dominio de la voz flamenca con una fuerza, expresión y registro inusualmente vivos y enérgicos. Es también íntimo amigo de la familia de Francisca Aguirre.

 

     Las imágenes las conforman pinturas de Lorenzo Aguirre, padre de la poeta que fue condenado a muerte por el régimen de Franco (lo cual afectó profundamente en la vida y obra de ella) y fotografías de Guadalupe Aguirre, hija de la poeta.

 

     Con este reparto (no sólo por calidad, sino por cercanía e implicación real) era imposible no presenciar un espectáculo lleno de emociones.

 

 

      El único peligro que corría, por su conformación, y que yo temía al principio, era el de ser de ser un corta y pega de poesías y música, ahora la poesía, ahora la música, ahora esta poesía que no encaja con la música, que va cada uno por su lado pero lo hacemos así porque hemos dicho que tenía que haber música aunque no pegue… lo típico. 

 

     Digo que ese era el peligro que corría, pero no ocurrió en absoluto. Punto a favor de la dirección artística de Lola López, que intercala bien la poesía, los diálogos y las obras, cada uno en su justo tiempo y medida, y la dirección musical de José María Gallardo, que interpreta y acompaña desde obras de carácter español hasta contemporáneo, pasando por unas alegrías de toda la vida, y que empasta perfectamente música y voz, los cortes, las pausas, las subidas y bajadas, todo va en consonancia con la poesía y no es una mera música de fondo, es una verdadera unión que ensalza la palabra. 

     Porque el objetivo de toda la obra, a pesar de (o más bien gracias a) la música, de la actuación, de las imágenes… es ensalzar la palabra. Nada mas y nada menos que eso.

 

     La música sirve para situar y transportar, y la voz tan flamenca y poderosa de Paco del Pozo, llevada a las mil maravillas por Gallardo (se percibe indiscutiblemente su contacto con el flamenco, rasgueando, acompañando, seleccionando e interpretando obras) nos ubican en la España coplera y trágica de la posguerra, que tanto marca la vida de Francisca. 

     Tanto Paco del Pozo como José María Gallardo son dos músicos amplios, que han ahondado en sus respectivas carreras, habituados y abiertos al conocimiento y extensión de la música, y eso se nota en su intercambio, su repertorio y la elaboración de su espectáculo; son una buena demostración de que abrir el abanico de conocimientos no es algo (oh, tópico del flamenco) que mata la pasión y la espontaneidad, sino que la enriquece con nuevos sonidos, posibilidades y sensibilidades que no se tendrían sin mucha experiencia e intercambio. Destaca la interpretación de “Oblivion”, con la música de Astor Piazzolla y letra de Félix Grande, una adaptación grabada en el disco de Paco del Pozo “En este momento”, y el momento de música contemporánea, de esa que gusta tanto en el teatro, con disonancias, ecos de voz, y esa recreación de la angustia presente en parte de la obra.   

  

     Todas estas interpretaciones se van intercalando acertadamente con el centro de la obra, que es el diálogo entre la actriz Lola López y Francisca Aguirre (en grabaciones o, en su mayoría, interpretada también por Lola). Tal y como se dice en la obra, son “Lola, la comedianta” y “Paca, la poeta”. 

 

     La poesía de Francisca Aguirre es reposada, desarrolla siempre, no tiene prisa. Es de esa poesía honda y profunda pero clara que ya no estamos habituados a ver en estos tiempos, habituados a la poesía pop, corta y superficial, o al virtuosismo literario incomprensible. La poesía de Francisca Aguirre es elaborada, real, cercana, es una poesía de otro tiempo, de poetas sabios y pacientes, es una poesía meditada y madurada, marcada por las experiencias vitales, el pensamiento y la sensibilidad ante los temas imprescindibles de la vida. 

 

     Es una poesía muchas veces triste. Marcada por el fallecimiento de su padre, ejecutado por el régimen de Franco, y por una infancia dura en la posguerra, narra experiencias duras, de verdadera hambre, de desolación. La muerte está muy presente en su obra, que va tan cargada emocionalmente, porque uno sabe que es real, que en esos endecasílabos serenos y tranquilos, que Francisca recita con la calma y el reposo que da la experiencia, hay mucha verdad, mucha vivencia personal, mucho dolor, mucho cansancio.

 

     Lola es más intensa, más entregada a la declamación. Su actuación, su diálogo en la piel de ambas (amigas, la comediante y la poeta, debatiendo, reflexionando y compartiendo vivencias) igualmente realzan la palabra y la vida de Paca.

 

 

     Al principio, entre poesías, diálogos y músicas que introducen totalmente en la época, se narra la infancia de Francisca y sus crudas experiencias y reflexiones que le acompañarán el resto de su vida.

     Después llega una parte más puramente de diálogo, de pensamiento; aquí la temática es más variada, la temática tradicional poética, el amor, la vida, el amor por la música, la literatura. Hay más tintes de humor y poesías más anecdóticas en este punto.

 

     Sin embargo, es siempre recurrente la muerte. No siempre la muerte como tal, pero sí la consciencia de que ésta está presente en la vida, de que la vida “es el único río que vuelve a su cauce”, de que todo es perecedero e insignificante, con este pensamiento clavado en la mente y esta sensación cargada en el alma Paca Aguirre plasma de forma magistral y profunda todo eso que ha perturbado siempre a los poetas que no paran de pensar ni de ser conscientes: el asombro ante el milagro de la vida, ante la mera existencia, la maravilla de poder estar aquí, ahora, leer un libro, amar, sentir.

 

     Porque, sí, es una poesía triste y dolorosa, pero no termina de caer en el derrotismo. Es más ese punto de lucidez eterna, de haber pensado mucho en todo, de ser poeta por pura preocupación; “en la próxima vida, me pido no comprender a nadie”; dice Lola, porque es peligroso comprenderlo todo, darse cuenta todo el rato de todo, ser tan dolorosamente consciente. Es necesario olvidar, distraerse, caer rendidos en el amor, en el placer, en la música. La poesía de Francisca también tiene presente que la vida está ahí, salvándonos, que debemos agarrarnos a ella mientras dure. Y tiene ese puntito de humor repentino, esa consciencia de humor que tienen los inteligentes, que, por muy triste que sea el tema del que hablan, por mucho dolor que halla en sus palabras, son a veces de verlo desde otro punto, más distanciado, con perspectiva, y darse cuenta de que hay algo irrisorio en todo esto, algo que nos permite soltar un chascarrillo y una broma, y mirarnos cómplices, y saber que la vida es fugaz y absurda pero qué bien nos lo pasamos en los momentos que no nos damos cuenta. 

 

     Y así, cómplices, íntimos, se comprendían los músicos y la actriz, conocedores de la realidad de Paca Aguirre, que escribe una poesía que es, absolutamente, su vida. Y que, como su vida, es una poesía psicológicamente compleja, marcada por la dura infancia y enriquecida con la experiencia, el contacto con la cultura que admira y el conocimiento de los seres a los que ama. Y al final, al final del todo, después de esa grabación emocionante e inmensa del poema de su difunto marido, “Vengo a pedirle la mano de su hija”, de Félix Grande (que ojalá estuviera aquí para ver una obra como ésta), después incluso de eso hay un rayito de luz, un ejercicio de positividad, de “estamos aquí y ahora, pese a todo”, unas alegrías, una música, por todo lo que hemos pasado y lo que vamos a pasar, pero ahí sigue la música, la belleza, el amor, para salvarnos. 

 

     A lo último salió la propia Paca Aguirre a saludar al escenario, y fuimos aún más conscientes de lo real que era todo, que no era la pura temática de la poesía impersonal, no era hablar de amor por hablar, de muerte por hablar, era la realidad de una persona y de sus seres más queridos, la realidad bien expresada, sentida, dolida, madurada y al final abrazada y hecha música. 

 

     “Encendidas” es, ante todo, una obra de mucha carga real y emotiva, una obra para ver y darse cuenta de muchas cosas, pensar en la realidad de las personas y sentir, en concreto, profundamente, con sus protagonistas reales y auténticos.