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Psicología y flamenco I - Las críticas y la profecía autocumplida

     ¿Conocéis ese fenómeno psicológico que se llama “profecía autocumplida”?

 

     Es muy interesante, la verdad.

 

     Aunque, bueno, si sois de esas personas asertivas, que saben relativizar y tomarse con filosofía las críticas, encajar los golpes con una sonrisa y tomar de un comentario negativo sólo la parte útil, y que el resto no os afecte para mal ni os entristezca…

 

     O, por el contrario, sois de esas personas que saben criticar sin ofender, o ensalzar las virtudes de otra persona sin caer en el peloteo ni la condescendencia, y hacerles ver a su vez en qué pueden mejorar sin hacerles daño ni desafiarles…

 

     Bueno, si sois de esas personas tan emocionalmente hábiles y fuertes, es probable que (aparte de que vais a ser personas muy felices en esta vida) no necesitéis saber más acerca de la profecía autocumplida.

 

     Y aun así, incluso si sois de esas personas (yo mismo, por lo general, me considero una persona así), en fin, pues a pesar de todo no os viene mal conocer este proceso psico-social, que es bastante curioso.

 

     Se define una profecía autocumplida como “una predicción que, una vez hecha, es en sí misma la causa de que se haga realidad”. Es una definición acuñada en el siglo XX por el sociólogo Robert K. Merton, que también añade: “la profecía que se autorrealiza es, al principio, una definición falsa (o no tan auténtica) de una situación o persona, pero que despierta un nuevo comportamiento que hace que la falsa concepción original de la situación se acabe volviendo verdadera”.

 

     Dicho de otra manera: si ante un nuevo entorno, en las primeras situaciones (por lo que sea, porque en ese momento te encuentras mal, porque te has levantado con mal pie), empiezas a mostrarte, por ejemplo, tímido y antisocial, las personas de tu alrededor, que sólo te conocen así, empezarán a decir de ti que eres tímido y antisocial, y a tratarte como si lo fueras. Y tú empezarás a actuar conforme a esas expectativas de la gente, porque es el espacio y el rol social que te dan, y empezarás a tender a ser más así. 

 

     Y lo mismo pasa si te tratan como a un gracioso, como a un violento, etc. Que, aunque no lo fueras (o no lo fueras tanto), acabarías introduciéndote en ese rol, que es el rol que te están dando todos, el papel que te están asignando en el grupo.

¿Y esto es así de fácil, si me dicen “tonto” voy a empezar a ser tonto?

 

     No es así de simple, hay más factores. Ahí influye tu fortaleza personal, tu capacidad de razonar, tu entorno, si tienes otros entornos en los que te tratan de diferentes formas y eres capaz de refugiarte en otros “yoes”... En fin, cosas así.

 

     Pero influir, influye. Si todos a tu alrededor te empiezan a tratar como a un tonto, dejarás en cierta medida de preocuparte por temas intelectuales, de buscar de expresarte de forma intelectualmente elevada... Porque sabes que no te van a premiar ni a reforzar ese comportamiento, y que van a buscar que realices el otro. 

 

     Y no lo digo yo, lo dice la Psicología. Con unos cuantos estudios científicos sobre cientos y miles de personas que la avalan.

 

     No quisiera extenderme más en esto, quien quiera buscar pruebas y experimentos para saciar su curiosidad, ahí tiene Internet, las bibliotecas, y la experiencia cotidiana de la vida. Tan sólo quería mostrar este concepto nuevo al que quiera profundizar o al menos pararse a pensar en él.

 

     ¿Pero esto no era un artículo de psicología y flamenco?

 

     Bien, es que creo que este fenómeno es especialmente importante en el flamenco.

 

     (Probablemente en el mundo de la música, el arte y el estudio en general, pero me centraré en mi entorno flamenco).

 

     La conclusión más relevante que se me ocurre ahora mismo acerca de la profecía autocumplida es: todo lo que comentamos, lo que opinamos sobre el resto, lo que les decimos a la cara, les afecta mucho más de lo que creemos.

 

     Y es que nuestros comentarios no sólo pueden entristecer, deprimir, molestar o minar la autoestima al que se los hacemos. Es que realmente pueden transformarle.

 

     Es que el “tú no tienes la voz para cantar flamenco, tú tienes la voz para cantar guajiras”, puede hacer que una persona deje de intentar cantar por siguiriya o por soleá por bulería porque empiece a creer que realmente no tiene la voz para eso, que no es así, que no es su rol, que no es su zona más segura.

 

     “A ti te falta tocar fuerte la guitarra que la tocas que pareces un clásico”.

 

     “Tú es que eres mujer y para tocar la guitarra se necesita mucha fuerza, ¿por qué no pruebas a cantar o bailar?”.

 

      (Que para cantar o bailar flamenco no se necesita fuerza, no te jode).

 

      Y suma y sigue.

 

     “A ti se te da mejor tocar solo que acompañar al cante, eh, es que para acompañar al cante tienes que haberlo mamao. A ti no te gusta el baile, tú tocas más finito”.

O “tú tienes buen gusto para acompañar al cante, pero solo…. Te pones nervioso, ¿a que sí?”.

 

     Y ni lo habías pensado hasta entonces, pero a partir de ahí te empiezas a cagar de miedo cada vez que te subes a un escenario.

 

     Y más, y más, y más.

 

    Ojo, que no estoy diciendo que no se le pueda comentar a nadie nada. Que hay muchas personas que aconsejan de verdad, por el bien de la persona. Y algunas veces esas críticas son ciertas. Está claro que hay cantaores que van mejor por unos palos que por otros, o guitarristas por unas especialidades que por otras.

 

    Lo que quiero decir es que no se le puede dar a entender a nadie esas cosas de manera absoluta, y que hay que ser prudentes y respetuosos comentándolas. Y que, al recibirlas, debemos tener mecanismos para defendernos, aunque no sea en público, sino en nuestros propios pensamientos. No permitir que esas críticas nos hundan, ni por el contrario nos hagan tenérnoslo creído, en todo caso que no nos transformen. Como psicólogo además de guitarrista, y basándome en la cortita, pero enriquecedora experiencia que tengo en ambas áreas, aconsejo a los aconsejadores lo siguiente:

 

   - Cuando quieras opinar algo malo o negativo sobre alguien, conviene pararte a pensar antes: ¿le servirá de algo? ¿o este comentario sólo sirve para hacer daño?

     - Y una vez que te llegues a la conclusión de que, sí, tu crítica le puede servir, le puede ayudar a mejorar ese aspecto, conviene resaltar en todo momento que ese aspecto se lo criticas porque puede mejorarlo.

    - Ejemplo de comentario útil: “qué mal tienes el rasgueo, pero lo demás lo tienes bien, hay algunos estudios que puedes hacer para mejorarlo, es que mucha gente no se centra en estudiar el rasgueo, pero si te pones con él puedes sacarle más fuerza, tú que tienes buenas manos”.

    - Ejemplo de comentario inútil: “tú no rasgueas bien, no tienes fuerza para eso, mejor intenta hacer otras cosas, como por ejemplo dejar la guitarra y hacerte fontanero”.

 

   - Pero es que es así, es que comentarios así hacen que la gente deje de intentarlo. Tampoco se trata de mentir o de no ser realistas: si alguien hace algo peor, no pasa nada. Pero no es lo suyo hacer ver a los demás (sobre todo de primeras y sin conocerles), que hay algo que tienen mal de serie. Realmente puede incitarles a abandonarlo, a pensar que no valen para eso.

 

     ¿Y si de verdad tienen que abandonarlo, y si no valen para eso? Bueno, eso son afirmaciones muy radicales. Lo que está claro es que eso no se puede saber de golpe y apenas sin conocer a nadie. Y que es muy, muy difícil “no valer para algo”. Así pues, mejor acercarse siempre al comentario útil que al inútil.

     Otra serie de tips o consejos, esta vez para los aconsejados: 

 

     - Es bueno tratar de hacer ver a los demás que eso malo que dicen que tienes, o bien no lo haces tan mal como dicen, o bien, aunque ahora no lo hagas bien, tienes la capacidad de mejorarlo o cambiarlo. No “eres” malo, sino que lo estás haciendo mal en estos momentos o en esta etapa de tu vida.

 

     - (Porque, de verdad, en serio, encasillarte tu mismo como “malo” en algo, te puede acabar haciendo malo de verdad. Tienes que estar muy, muy seguro de que eres malo en algo, para definirte a ti mismo así).

 

    - Ejemplo de réplica útil: “bueno, a lo mejor esta falseta no suena muy flamenca, pero yo soy aficionado al flamenco, me gusta mucho lo que suena a flamenco, seguro que me va sonando más con el tiempo” (y a continuación fijarte en cosas que suenen a flamenco y tratar de pillarle esa esencia a tu toque, y sobre todo no olvidar nunca, nunca, nunca, que no es que no puedas sonar así, que no tienes una incapacidad congénita, que nadie, por defecto, es nulo para algo o ha nacido exclusivamente para algo).

 

    - Otro ejemplo de réplica útil, según tus objetivos: “bueno, a mí me encanta que la guitarra suene a flamenco, pero me gustan otras cosillas también, escucho bossa…” (y a continuación seguir a tu rollo y juntarte con gente a la que le guste tu rollo).

 

    - Ejemplo de réplica inútil: “llevas razón, yo soy de Oklahoma, nunca me va a sonar la guitarra a flamenco”. (entristecer y dejar de buscar sonidos flamencos).

 

    - Otro ejemplo de réplica inútil: “Cómo que no me suena flamenca la guitarra, imbécil, me suena más flamenca que a ti de lejos, a lo mejor te pego un guantazo que te vuelvo la cara del revés y eso sí que te suena flamenco”.

 

     A veces ese último ejemplo es tentador, pero nunca útil.

 

     Y, en fin, al margen de la broma, y de las situaciones exageradas, la profecía autocumplida es un fenómeno psicológico que se da en todos nosotros y que es mucho más serio y real de lo que parece. Y las palabras que les decimos a los demás les afectan mucho más de lo que creemos, y hay que saber cómo decirlas y a quién y cuándo.

 

     Lo cual nos deja tres detalles bastante importantes, que son los que hacen muy fácil hablar sobre esto pero muy difícil aplicarlo correctamente.

 

     El primero, eso de saber cómo decir las cosas, a quién y cuándo. Requiere mucho autocontrol, mucha prudencia, empatía y experiencia. No es moco de pavo.

 

     El segundo, que hay gente que de verdad es una cazurra, en ambos sentidos: criticando a los demás sin piedad, o negando y siendo ciegos ante sus propios defectos (normalmente estas dos cosas suelen coincidir en las mismas personas).

 

     Y el tercero, que estamos dando por hecho que, tanto nosotros como el resto, en las reflexiones y las críticas, lo que queremos es ayudar.

 

     ¿Y qué pasa si lo que nos apetece, o lo que le apetece al que critica, realmente no es ayudar sino hundir a la competencia, hacer daño al que tiene al lado? Porque eso es algo también muy típico.

 

     Pero, uf, yo creo que esa cuestión merece un capítulo aparte, la verdad…